11 feb 2005

Vivir en la Maciel

Por Miriam Monzón

Nosotros, los que vivimos acá, sabemos quién es quién: quién roba, trabaja o vende droga. Pero no es fácil. La isla cada año se cierra más. Antes los turistas entraban. Ahora nos miran de lejos. Es verdad, ya no pueden pisar acá. Tampoco entran los médicos ni llegan los resúmenes, si, por ejemplo, pedís un crédito. En estas cuadras todo es más barato: las salchichas, el café y la ropa. Pero en el fondo de la isla, donde viví hasta hace un año, la vida para los jóvenes carece de sentido: de lunes a lunes, siempre es lo mismo. Se levantan a las 11, desayunan pan con mate, se sientan adelante hasta que les agarra hambre, almuerzan un guiso, duermen, vuelven a comer y salen durante toda la noche.
No hay trabajo acá adentro, más que en las remiserías. Casi todos tienen planes sociales: limpian la plaza o barren las calles. Mi marido trabaja afuera de la isla. El creció acá y ni loco se va. Los pibes lo respetan. Pero es muy difícil conseguir un trabajo...cuando se enteran de que vivís acá. A pesar de todo esto yo tengo un sueño: que la isla vuelva a ser como antes, cuando nuestros familiares y amigos podían entrar y salir sin que tengamos que hacerles una custodia personal.

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